“Patrimonio como el conjunto de bienes tangibles e intangibles de una zona o comunidad, aportando carácter e identidad a la misma, con vocación de legado y pertenencia.”
Por prof. Emilio Ferrari
miembro del Consejo Asesor de Protección del Patrimonio de Concordia.
Desde tiempos inmemoriales, los pueblos han ido reconociendo sitios naturales, construcciones, objetos y hasta estructuras simbólicas como verdaderos tesoros a cuidar y defender. Esos tesoros, son protegidos y preservados de generación en generación y su acopio determina una de las medidas de su grandeza y poderío. Podríamos llamar a ese conjunto “las joyas de la tribu”. Dicho legado contribuye a dar identidad a una comunidad y la diferencia de otras, quizás en situación de competencia. Esta constante antropológica es generadora de lo que hoy llamamos “patrimonio” tanto tangible como intangible.
En el siglo XIX y ante la necesidad de mantener y conservar elementos patrimoniales, surgen los primeros teóricos en la materia, Eugene Viollet le Duc (1814- 1879) en Francia, John Ruskin (1819 – 1900) en Inglaterra, Camilo Boito (1836 – 1914) en Italia, Luca Beltrami (1854 – 1933) en Italia y Cesare Brandi (1906 – 1988) en Italia. Dichos pensadores contribuyeron ampliamente a los conceptos aceptados actualmente sobre la preservación y conservación de bienes culturales en el mundo entero. Prueba de ello son los organismos internacionales como la UNESCO que hace más de cincuenta años declara y difunde sitios, construcciones y manifestaciones como Patrimonio de la Humanidad en decenas de países miembros. Actualmente, la mayoría de los países y ciudades cuenta con legislación y reglamentaciones destinada a la preservación y conservación de sus bienes patrimoniales, apoyadas y asesoradas por comisiones de técnicos en la materia que velan por ellos y difunden conciencia de cuidados a las nuevas generaciones.
La obra de la naturaleza en toda su extensión imaginable o, la obra del hombre desde el paleolítico hasta nuestros días, hoy se transforma en un verdadero valor y riqueza casi cuantificable, requiriendo clasificar, cuidar y proteger para las comunidades y su identidad y para un futuro que en su conjunto llamamos civilización. Siempre dinámica y siempre apoyada en un pasado que la impulsa y enriquece.
Uno de los efectos sociológicos concretos de los elementos identitarios de una comunidad, es la generación del “orgullo” y la pertenencia. Otro de los efectos es la contribución al concepto de “lo nuestro” referenciado tanto a lo tangible como a lo intangible del legado. Lo “nuestro” aglutina y convoca Se suma también el aporte a la oferta cultural en cuando a la generación de riqueza concreta por turismo y difusión.
Cuando hablamos de identidad generada en los valores patrimoniales, nos referimos concretamente a la necesidad de “sentir” la ubicación inequívoca tanto de lugareños como de visitantes. Si estoy en Marruecos, quiero sentir que estoy en Marruecos, tanto por su urbanismo como por sus elementos culturales desde la gastronomía hasta la música etc. Quizás no hay nada más contracultura identitaria que un aeropuerto, un casino, un shopping.
Nuestro país cuenta con once sitios Patrimonio de la Humanidad, entre los cuales seis de ellos son patrimonios naturales como el Parque Nacional Iguazú, los glaciares, la península Valdez, etc. Hoy esos sitios –y otros tantos- son fuente de riqueza y desarrollo para sus comunidades y orgullo y grandeza de nuestra nación.
Nuestra ciudad de Concordia, tiene el privilegio regional de haber nacido de un accidente geográfico como es el Salto Grande y el Salto Chico, Ituí en lengua guaraní. Dichos arrecifes de piedra en el desarrollo del rio Uruguay, obligó sin duda alguna a los navegantes a desembarcar con su carga recorrer parte de la orilla y volver a embarcar a la altura del antiguo San Antonio del Salto Chico. Pueblos originarios, la ruta de la yerba en la historia jesuítica, campañas de desarrollo de estancias en el siglo XVII y XVIII, dieron lugar al primer caserío sobre el rio y posteriormente el crecimiento de una villa antepasada de la actual Concordia con su reubicación en el siglo XIX. Ese accidente natural, dio lugar a una ciudad. Así de importante.
En 1811, el pueblo de la Banda Oriental, cruza con Artigas por ese mismo arrecife para buscar refugio en los campos del actual Parque de San Carlos ante el embate del ejército brasileño que invadía su suelo. San Antonio del Salto Chico tendría una población aproximada de 4000 a 4500 vecinos, y en esa gesta llamada Éxodo del Pueblo Oriental cruzaron a nuestra zona unos 11.000 refugiados entre hombres, mujeres, niños, caballos y carretas.
En esa misma zona, a mediados del XIX, se desarrollan los primeros saladeros y un personaje como Edouard Demachy se afinca en la zona y construye el hoy llamado Castillo de San Carlos. La finca, tiene un destino casi novelesco y en el siglo XX llega al sitio un piloto francés que fuera el autor del libro más editado luego de La Biblia. Antoine de Saint-Exupery y su obra universal El Principito están ligadas a esta ciudad. El genial piloto se alojó en el Castillo San Carlos. A partir de su obra “Tierra de hombres” describe la zona del actual parque y su entorno, allí creo todo un mundo mágico y allí se inspiró para dar vida a sus personajes secundarios (la rosa, la víbora, el zorrito). El Principito conecta a nuestro San Carlos con una escala universal. Así de sorprendente.
Concordia genera un desarrollo en la primera mitad del siglo XX que la ubica como uno de los puertos más importantes de nuestro país. Surge una burguesía agroindustrial que construye edificios y viviendas al mejor diseño de su época y enriquecen nuestro acervo patrimonial hasta el día de hoy. No solo el emblemático Palacio Arruabarrena, sino también, calles y barrios enteros son legado de esa época. Ejemplos de estilos como art noveaux y art deco, completan un inventario de primer nivel sumado a valiosas construcciones del eclecticismo historicista francés o italiano. También es patrimonio intangible, los oficios casi artesanales de ese periodo constructivo, frentistas, vitralistas, herreros de forja, ebanistas, etc., trabajaron para constructores y arquitectos de la época ubicando a nuestra ciudad en un primer nivel a nivel regional y nacional.
En la segunda mitad del siglo pasado, una clase profesional emergente – médicos, abogados, entre otros- afincada en nuestra ciudad, se quiere diferenciar del gusto anterior y dejan su legado con obras de vanguardia para la época con firmas como el arquitecto Alejo Martínez del movimiento modernista entre otros pionero a nivel nacional y regional
Cierra el siglo XX con una obra monumental para la ciudad y la comarca como es la represa de Salto Grande. Aun no tenemos perspectiva histórica de sus luces y sombras, pero barrios como La Bianca, espacio del lago y su desarrollo, entre otros, siguen aportando al carácter e identidad de nuestra zona.
La comunidad en su conjunto, fue construyendo patrimonio intangible a través de generaciones dando hoy ejemplos como la fiesta de los estudiantes en todo su calendario, la movida de las colectividades de inmigrantes, la maratón de reyes, el carnaval, la música folclórica como la chamarrita, la gastronomía y actualmente el resurgir de las bodegas y agro turismo.
Todo este inventario cronológico de casi tres siglos, se enmarca en un patrimonio natural deslumbrante para cualquier naturalista o visitante. La diversidad y variedad de fauna y flora apoyada en ríos, arroyos y cuchillas se suman a los valiosos humedales cada vez más trascendentes para la conservación de la bio diversidad.
Debajo de todo este desarrollo natural y construido se encuentra el acuífero guaraní como reserva mundial de agua dulce, con un alto valor estratégico para la humanidad no solo por el volumen, sino por la importancia para la vida misma.
Comienza nuestro siglo con la generación de una conciencia profesional e institucional para generar las condiciones de protección y control de estos patrimonios altamente valiosos y absolutamente escasos en la región. La naturaleza y la historia fueron generosas con la Municipalidad de Concordia acopiando durante siglos estos elementos constatables. Ellos son la riqueza, ellos son “las joyas de la tribu”.
En el año 2000 se constituye el Consejo Asesor de Protección del Patrimonio de Concordia. Una institución honoraria y multidisciplinaria – como es el objeto patrimonial- que realiza desde su creación una labor de custodia y asesoramiento a las autoridades y técnicos en cada materia sobre justamente eso, contribuir a su nivel, la conservación de una riqueza de todos.
En la región y el mundo, sobran ejemplos de sitios que como conjuntos patrimoniales generan riqueza, trabajo e ingresos genuinos. El ya citado Parque Iguazú en nuestro país, Colonia del Sacramento en la República
Oriental del Uruguay, el Pelourinho en Salvador de Bahía Brasil, Cartagena de Indias en Colombia, por poner solo algunos ejemplos concretos, muchas ciudades y sitios de Europa, África, Asia y Oceanía recibieron también un legado patrimonial que valoraron, cuidaron y desarrollaron tanto para la industria turística como para la investigación y el avance cultural.
Nuestro municipio recibió ese legado patrimonial y hoy más que nunca debe ser protegido, valorado y desarrollado como identidad cultural de ese “nosotros” y riqueza fuente de prosperidad para nuestros vecinos. Toda omisión o acción contraria a esta ruta, desperdicia una posibilidad de trabajo genuino para nuestros vecinos y para el legado a las próximas generaciones.
El patrimonio –o más precisamente- “los conjuntos patrimoniales” son fuente de riqueza y generan identidad a una comunidad tan necesaria para afianzar los valores socio culturales y enfrentar la masificación globalista de este comienzo de siglo. Todos los vecinos somos agentes de conservación patrimonial pero las autoridades de turno son los custodios de ese legado. Nada tienen que ver las circunstancias políticas ocasionales, el legado de una ciudad y su comunidad es y debe ser siempre política de estado. Eso no se toca.
(Por prof. Emilio Ferrari
miembro del Consejo Asesor de Protección del Patrimonio de Concordia)
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