El senador peronista que acompañó el dictamen oficialista de la Ley Bases fue fusilado mediáticamente por el sector de la dirigencia peronista entrerriana que, sin responsabilidades de gestión, tiene su lengua suelta en su nuevo rol opositor. Pero ¿a quién, a qué principios, a qué mandato traicionó Kueider?
El apoyo del senador peronista Edgardo Kueider a la Ley Bases que impulsa el presidente Javier Milei y la catarata de repudios provenientes del PJ bien podría reavivar un debate que en otros tiempos era común: ¿A quién pertenece una banca? ¿Al legislador o al partido por el que fue electo? Si, durante su mandato, ese legislador traiciona los postulados del partido por el que fue electo ¿debería renunciar?
Pero ninguna de las críticas a Kueider provenientes del peronismo se atrevió a plantear tan antiguo debate. Quien llegó más lejos, en este sentido, fue Jorge Kinoto Vázquez, el presidente de la Departamental Paraná del PJ. Opinó que la decisión de Kueider merece la expulsión del partido al que es afiliado. Esa propuesta, formulada a título personal y no como cabeza del partido, queda a mitad de camino: Kueider podría ser expulsado del PJ, pero seguiría ocupando su banca.
Ni Kinoto, un dirigente que suele dejarse llevar por la pasión en sus declaraciones, se atreve a pedir la banca de Kueider. Se trata, en efecto, de un debate arcaico, propio de una época en la que los partidos representaban un conjunto de ideas, principios, valores que se mantenían en el tiempo y que en cada elección se traducían en propuestas concretas, en una plataforma de gobierno que se constituía en el mandato del dirigente electo.
Eso es historia hace muchos años en Argentina y en buena parte de las democracias del mundo. En su extendida crisis de representación, los partidos están lejos de contener a un conjunto homogéneo y coherente de ideas que aportan a un proyecto colectivo. Han perdido su razón de ser como espacios de formación de dirigentes, de debates de ideas, de cantera de candidatos y programas de gobierno.
Entre los tantos repudios a Kueider, el bloque de diputados provinciales del peronismo afirma que el senador nacional “incumple la postura doctrinaria para apoyar leyes que van en contra del pueblo” ¿A qué se estarán refiriendo con “postura doctrinaria”?
YPF es una buena síntesis en este sentido. Fue privatizada por Menem en los 90 y estatizada por el kirchnerismo dos décadas después ¿Cuál de las dos medidas fue la adecuada según la “doctrina” peronista? Habría que preguntarle al kirchnerista Oscar Parrilli, que defendió ambos proyectos en el Congreso.
El politólogo Andrés Malmud define al peronismo como “un movimiento político basado en una identidad, antes que en una ideología. No es ni de izquierda, ni de derecha, sino todo lo contrario, depende la década. Pero siempre tiene una particular sensibilidad popular y una vocación por el poder impresionante”.
“Hay algo peor que la traición. El llano”, decía Juan Carlos Chueco Mazzón, histórico operador del peronismo, ya fallecido, que prestó servicios a Menem, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner.
El peronismo entrerriano se permite esta discusión y hasta hablar de posibles expulsiones (esa cosa tan propia de radicales) porque está en el llano. Ese es el problema. No la traición de Kueider.
Pero además ¿a quién traicionó Kueider? ¿Al partido? ¿Al mandato que el congreso del PJ bajó a sus legisladores? ¿Qué congreso? ¿Cuánto hace que no se reúne el congreso del PJ?
El problema no es sólo de la dirigencia del PJ. Radica principalmente en las bases militantes que durante las dos décadas de oficialismo (lejos del llano) no consideraron oportuno reclamar el funcionamiento del PJ como un partido político.
El problema es aún más profundo ¿Cuántos votantes del peronismo tenían claro cuál era el mandato que le estaban dando a Kueider cuando en 2019 metieron la boleta sábana en la urna? Es más ¿cuántos sabían que estaban votando a un tal Kueider?
También los radicales
No es esta, como se ve, una crisis sólo del peronismo. También un partido con una tradición institucional mucho más importante, como la UCR, la padece.
La UCR, se podría decir abusando de la simplificación, está hoy atravesada por la contradicción que afectó al peronismo entre menemistas privatizadores y kirchneristas estatistas. Mientras los menos –Manes, Lousteau– buscan conservar la tradición socialdemócrata, la mayoría se siente cómoda sintonizando con los tiempos neoliberales que trae Javier Milei. Parece que el neoliberalismo privatizador y entreguista estaba mal sólo cuando lo practicaban los peronistas.
En Entre Ríos, a falta de congreso partidario, un grupo de dirigentes radicales le pidió hace poco a la senadora Stella Olalla que revierta la “equívoca decisión de la mayoría de los diputados” que votaron la Ley Bases “privatizadora y con reforma laboral” que “es el gen para la construcción de un país arrasado, fuertemente polarizado, con desigualdad profunda y sin la clase media que ha caracterizado a nuestro país”.
En la provincia, los radicales han perdido autoridad para criticar a los peronistas por su defectuosa institucionalidad partidaria. De regreso al poder, están haciendo lo mismo. Del tradicional congreso radical, ni noticias.
El debate público se permite sólo en la oposición, cuando no hay responsabilidades de gestión. En el peronismo salieron todos a pegarle a Kueider, salvo los intendentes, interesados por el paquete fiscal que implica la restitución del Impuesto a las Ganancias, que se coparticipa.
Sin costo
El debilitamiento de los partidos lleva años y ha posibilitado que la dirigencia no pague costos por sus inexplicables cambios de posición política. No tienen que explicar nada a nadie, porque no hay una sociedad mirando.
En Entre Ríos, por ejemplo, el peronismo protagonizó un clara distorsión a la voluntad popular cuando legisladores que habían sido electos por una propuesta opositora terminan sumándose al bloque oficialista.
Pasó en las elecciones de marzo de 2007, cuando el peronismo fue con dos propuestas a las elecciones provinciales: la Lista 100, que llevó la fórmula Julio Solanas-Enrique Cresto, enfrentó al PJ del entonces gobernador Jorge Busti, que había designado a Sergio Urribarri como sucesor.
La Lista 100 –se llamó Frente para la Victoria y la Justicia Social– metió cinco diputados: Hugo Berthet, Lidia Nogueira, Daniel Bescos, Rubén Adami y José Salim Jodor. Y un senador: Reynaldo Navarro (Tala). Tras el triunfo de Urribarri, todos acudieron presurosos en auxilio del vencedor. El único que resistió algún tiempo en la “oposición” fue Solanas.
Pasó también en las elecciones de 2011. Los diputados que habían sido electos en las listas del peronismo opositor (no kirchnerista) que propuso al electorado Busti, terminaron sumándose, sin más, a las filas del entonces gobernador Urribarri. Con ello le otorgaron una aplastante mayoría en la Cámara de Diputados que no reflejaba lo que se había votado en las elecciones.
De ese modo, en 2012 los diputados Diego Lara, Rosario Romero, Hugo Vásquez, Rubén Almará, Carlos Almada y Fabián Flores abandonaron a Busti y pasaron a votar junto al oficialismo, cuando habían sido electos para desempeñar un rol de oposición en la Legislatura.
El propio Busti –el dirigente más importante que dio el peronismo de Entre Ríos– protagonizó una serie de cambios de posición política que nunca tuvo necesidad de explicar o justificar.
Después dar una dura pelea contra su delfín Urribarri y el kirchnerismo en el conflicto con las patronales del campo de 2008, en 2009 su esposa Cristina Cremer se convirtió en diputada nacional como candidata de la lista kirchnerista.
En 2013, Busti se alió con el PRO de Rogelio Frigerio y avaló la lista que convirtió a Alfredo de Ángeli en senador nacional y le permitió a Cremer la reelección como diputada nacional.
No hace falta recordar que Busti, como Urribarri y la amplísima mayoría de la dirigencia peronista entrerriana, fue menemista en los años 90. Y un poco después también: en las elecciones presidenciales de 2003, Busti se mantuvo prescindente y en la provincia donde aún era el “líder indiscutido del peronismo” ganó Menem.
Tras la asunción de Néstor Kichner –luego de la renuncia de Menem a una segura derrota en el balotaje- Busti se aggiornó y buscó como compañero de fórmula para las elecciones provinciales de noviembre de ese año a Pedro Guastavino, cuyo capital político consistía en haber sido compañero de estudios de Kirchner en la facultad de Derecho.
Son sólo ejemplos, de los más notables, que sirven para ilustrar lo que ha sido moneda corriente en la política argentina y entrerriana de las últimas décadas.
(*) Fuente: Página Política https://paginapolitica.com/la-traicion-de-kueider/
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