Mucho antes de que Tolkien creara a los Orcos de la Tierra Media, cumplían la misión de castigar los juramentos rotos en el inframundo romano.
Desde algunas miradas sobre textos de la helenización romanizada, o de los tiempos finales del Imperio Romano, ya vienen algunas malinterpretaciones y entonces a veces Orco, Plutón, Hades y Deis Pater se confunden en la misma figura.
Emulando al romano Deis Pater, Orco reinaba sobre la tierra agrícola fertil y las riquezas minerales. Aunque no fuese su destino, parece condenárselo a cuidar del litio y de Vaca Muerta.
Orcus llamaban los romanos a un dios galo de los inframundos. Para Julio Cesar, todos los Galos descendían de ese dios. Esas tribus supusieron la más duradera resistencia al Imperio.
Los Jardines de Bomarzo están ubicados en el centro de Italia, tierras que habitaron los etruscos, aquel pueblo pre-romano del que su origen se pierde en el misterio del principio de los tiempos.
Allí, una escalinata invita a ingresar a la boca abierta de un Orco, a descender a sus infiernos. Dicen que dentro sólo hay una mesa y sillas de roca, en la oscuridad, y que los silencios juegan en los ecos.
Desde un fondo oscuro, desde la negritud, brilla sin resplandecer un Momo -otro Dios descendido a los infiernos- que parece emular a aquel Orco. Es el escapulario que Patricio Rey regaló en su última repentina vuelta a la forma humana.
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