Perdidos tras las capas de la historia y desde remotos tiempos, quizás hasta olvidados, hoy en busca todavía de la Tierra Prometida, del lugar del que fueron expulsados por el Imperio de turno, una y otra vez, muchas veces, dejando todo, hasta la vida, incluso perdiendo identidad cultural, en las manos de algún opresor.
Hoy apenas reconocidos en sus propios genes, mantenidos inmutables por voluntad del eterno.
Se extraña aquel paraíso terrenal, ese lugar donde se poseia todo, y se disfrutaba aún más del privilegio de la Vida.
Dónde los colores, aromas y armonías se conjugaban, para diseñar cada día un nuevo asombro, ante la majestuosidad de la creación.
Seremos nuevamente una genealogía bendecida, las raíces eternas de la gracia, congregada en la unión de elementos, mezclados por la alquimia de la pasión por la vida.
Podemos esperar que el recuerdo de esos siglos de esplendor, se conviertan hoy en realidad, en cualquier lugar, allí donde el amor fraterno desafíe una vez más la opresión y la persecución.
Sefarad, la última resistencia.
ANTONIMUS
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