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Kilómetros anti estrés: actividad física y estado anímico

(Por Nicolás Hollmann)

En los escritos de cuarentena hemos revisado los beneficios de la actividad física sobre el sistema musculoesquelético, cardiopulmonar e inmune mostrando sus beneficios desde algunos ejemplos de la práctica de la Medicina del Deporte. Hoy me propongo algo un poco más complejo…revisar los efectos de la actividad física sobre el estado anímico. Difícil de demostrar y mostrar porque quien mejor lo ve es quien lo vive.

Si un paciente con sobrepeso u obesidad inicia un plan de actividad física para controlar su peso puedo medir ese impacto a través del seguimiento de lo que registra la balanza, los pliegues corporales, parámetros de laboratorio, cambios de los perforaciones de su cinturón, pero, ver como un paciente mejora o desmejora no es tan sencillo en cuanto a estados anímicos y deporte se refiere. Con varios kilómetros de entrenamientos y competencias acumulados me parece interesante entonces hacer un poco de introspección y sumarle lo que las investigaciones científicas aportan para llegar a conclusiones que sean relevantes.

Siempre disfrute el deporte…desde la infancia a la adultez, pero antes de iniciarme en una escalada de metas deportivas, me preguntaba ¿qué clase de personas podrían correr por muchas horas tras una meta?, ¿que los movilizaba a semejantes desafíos? ¿Estaban locos?

Con más experiencia profesional acompañada de ajetreo de la vida, puedo reconocer que la actividad física jugó roles muy importantes en mi camino. Mis mejores rendimientos deportivos fueron de la mano de mis peores momentos anímicos…cuanto peor mi estado anímico más kilómetros de entrenamiento he necesitado. Y esto…¿tendría una explicación desde la ciencia más que desde la practica?. Como casi siempre…detrás de todo hay un porqué.

En la actividad física nuestro cuerpo libera una “droga” opiácea: las endorfinas. Producidas en la glándula pituitaria, estas sustancias son volcadas a la sangre circulante con la actividad física permaneciendo en el torrente hasta una hora de terminada la actividad. Las endorfinas producen fundamentalmente cambios del estado de ánimo y euforia y son responsables de esa sensación de placer después de entrenar. Tienen además efectos analgésicos con una disminución de la percepción del dolor con lo que explica las mejoras del dolor cuando la actividad física es parte del tratamiento de muchas enfermedades que producen dolor.

Poder y querer correr por horas es además, desde mi experiencia, un “proceso madurativo” para lograr llegar al punto de disfrute. Difícilmente alguien decida correr muchos kilómetros y muchas horas de la noche a la mañana y si así lo hiciese difícilmente la pase bien el día del desafío y los días posteriores. Probablemente el disfrute inicial se transforme en sufrimiento rápidamente y rara vez será una experiencia gratificante que quiera volver a repetir.

Creo que la vida nos va preparando para grandes desafíos deportivos…a mayor edad mayor desafío. Recuerdo que en mi primer triatlón (lógicamente de distancia corta) competí con algunos triatletas que habían corrido la distancia Ironman (3,8 km de natación seguidos de 180 km de ciclismo seguidos de 42 km de pedestrismo)…los veía como personas de otro planeta. Exhausto posterior a esa primer competencia me preguntaba ¿cómo podían sostener el esfuerzo de un triatlón por 10…12…o más horas?

Las endorfinas al mejorar mucho el ánimo, el dolor, el afrontamiento diario del estrés, y aumentar la vitalidad que siente la persona a diario por el entrenamiento progresivo presenta potencial de generar una “adicción positiva, sin los efectos secundarios del uso de las drogas. A mayor edad mayor posibilidad de exponernos a situaciones más complejas de la vida misma, mayor estrés, mayor necesidad de endorfinas.

Creo que en los vaivenes de los estados anímicos de la vida misma vamos aprendiendo que la actividad física nos ayuda a salir del malestar de algunas situaciones hasta que llegamos al entrenamiento regular y nos encontramos con los beneficios de una “dosis de mantenimiento” de estado de ánimo. La Medicina del Deporte nos aporta ahora un dato más muy interesante: si transformamos un entrenamiento regular en una actividad de progresión del rendimiento deportivo los efectos son más notorios porque la dosis endorfina depende no solo de la duración de los entrenamientos sino además de la intensidad del mismo. Cuanto más intensidad (bien planificada) y cuánto más tiempo de entrenamiento/competencia mayor liberación de endorfinas y por ende más placer.

Creo que para finalizar y respondiendo esa pregunta inicial, que esos locos que corremos mucho somos personas que hemos aprendido a reducir el impacto del estrés a partir de la actividad física. Mucho estrés se traduce en muchos kilómetros.

Me gusta entonces pensar que si enseñamos a nuestros niños y jóvenes que situaciones angustiantes y estresantes son revertidas por una actividad que se traduce en placer quizá estemos enseñando una manera de resolver conflictos sin necesidad de depender de sustancias con efectos adversos llegando ellos a la adultez con esta “herramienta disuasiva de estrés” que además tiene amplios “efectos colaterales” beneficiosos sobre el sistema cardiovascular, control del peso, osteomuscular, de imagen corporal positiva, etc.

La pandemia nos ha aislado en algunos aspectos sociales, pero ha traído la actividad física familiar como punto de afrontamiento del estrés y me gusta pensar que ha llegado para quedarse porque nuestros niños están aprendiendo de los adultos a moverse para disfrutar en momentos difíciles.

Nicolás Hollmann – MP 9322
Especialista en Medicina Familiar
Especialista en Medicina del Deporte
Triatleta

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